Isaías 58.6-9

"El ayuno que a mí me agrada consiste en esto: en que rompas las cadenas de la injusticia y desates los nudos que aprietan el yugo; en que dejes libres a los oprimidos y acabes, en fin, con toda tiranía; en que compartas tu pan con el hambriento y recibas en tu casa al pobre sin techo; en que vistas al que no tiene ropa y no dejes de socorrer a tus semejantes. Entonces brillará tu luz como el amanecer y tus heridas sanarán muy pronto. Tu rectitud irá delante de ti y mi gloria te seguirá. Entonces, si me llamas, yo te responderé; si gritas pidiendo ayuda, yo te diré: ‘Aquí estoy.’ Si haces desaparecer toda opresión, si no insultas a otros ni les levantas calumnias".

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Minutos de Amor 14 de julio de 2007

No tengan miedo. Hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados, es decir, que Dios cuida y ama a los suyos, que no temamos a los que pueden matar el cuerpo, sino a los que matan el alma. El verdadero daño que nos pueden hacer no es matarnos, herirnos, perseguirnos, todo eso estamos dispuestos con y por amor a Jesucristo. Lo que en realidad nos preocupa es el verdadero enemigo del que hay que cuidarse, del pecado que nos puede apartar de Dios y que nos puede quitar la entrada a cielo. Ese enemigo (el pecado) que sale del corazón del hombre, como respuesta a los estímulos externos, que por medio de la tentación lleva a la persona a olvidarse por un momento lo que piensa y cree, es al que le debemos temer. Los problemas, los sufrimientos y los momentos difíciles, como la muerte de nuestros seres queridos, un accidente, una enfermedad u otra calamidad, nos hacen cuestionar nuestra fe y la presencia y protección de Dios en nuestras vidas. Pero quien sea fiel y continúe proclamando su fe, recibirá de Jesús respaldo en el cielo, pero si niega su fe ante los hombres, no puede esperar este respaldo en el cielo. Hermanos, no nos dejemos agobiar ni derribar de las dificultades, si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?

Oración: En tus manos pongo mi vida, Señor, no tengo a tu lado nada que perder y todo que ganar, todo te lo ofrezco, todo te lo doy, a todo estoy dispuesto con tal de hacer lo que Tú me pidas, Señor. No tengo en mi vida otra razón para vivir sino la de amarte, serte fiel y servirte aún en los momentos difíciles. Yo quiero darte lo mejor de mí, quiero darte de mi vida todo aquello que Tú me pidas, todo lo que te pueda ofrecer, en medio de mi pobreza y mis limitaciones. Tú me conoces y me amas, yo conozco poco de Ti pero entre más te conozco más te amo. No soy nada sin tu amor, no puedo dar más de lo que tengo, dame lo que quieras que yo pueda ofrecer, dame lo que necesito para serte fiel y agradable ante tus ojos.

Santa Madre de Dios, queremos renovar nuestro amor a ti, para que en todas nuestras devociones crezcamos en la confianza de hijos tuyos y discípulos del Señor. Amén

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