Hebreos 11.1

"Tener fe es tener la plena seguridad de recibir lo que se espera; es estar convencidos de la realidad de cosas que no vemos".

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Minutos de Amor 7 de octubre de 2007

La fe es una virtud, un don gratuito de Dios y, como tal, susceptible de ser incrementada y objeto de petición constante por parte de los creyentes, como lo hacen los apóstoles en el Evangelio: “Danos más fe” Lc 17,5. En el Evangelio los discípulos le piden al Señor que les aumente la fe. El Señor les enseña el poder de la misma: “Si ustedes tuvieran fe, aunque solo fuera del tamaño de una semilla de mostaza, podrían decirle a este árbol: ‘Arráncate de aquí y plántate en el mar’, y les haría caso” Lc 17,6.

Tarde o temprano, llega la corrección que merecen las infidelidades y errores cometidos. La misión profética conduce a una verdadera conversión comunitaria que haga posibles personas, comunidades y pueblos nuevos. Profetizamos hoy en día en la medida en que defendemos la vida y promovemos su dignidad y sus derechos. Profetizamos contra la violencia generalizada, si somos capaces de sembrar semillas de paz en nuestros niños y jóvenes. Profetizamos a favor de la familia, si valoramos la unión conyugal y la primacía del amor. Si no reavivamos constantemente el don de la fe, estamos llamados a experimentar la disolución de nuestra relación con Dios. Si somos fieles a nuestra misión profética, recibiremos el premio de la eternidad, después de ver la cosecha de los esfuerzos que realizamos para difundir el Reino de Dios.

Con los discípulos, también nosotros hoy, suplicamos al Señor que aumente nuestra fe, puesto que reconocemos nuestra debilidad espiritual, nuestro desánimo interior, nuestra inconstancia en las decisiones ya tomadas. Sabemos que no es nuestro esfuerzo el que hace crecer la fe, sino que es el poder de Dios que nos regala el don de la fe, para poder responder a las diversas circunstancias por las que debemos atravesar.

Oración: Señor, Tú que nos concedes más de lo que merecemos y deseamos, perdona misericordiosamente nuestras ofensas y otórganos aquellas gracias que no hemos sabido pedirte y Tú sabes que necesitamos. Hoy, al igual que los apóstoles, te pedimos aumentes nuestra fe, pues en muchas oportunidades nos resulta difícil cumplir tu voluntad; ayúdanos a comprender que somos siervos y estamos llamados a cumplir una misión.

María, Madre del Rosario, gracias por todas las bendiciones que derramas en nosotros a través de esta oración; ven a nuestro lado y acompáñanos en nuestro diario caminar, como lo hiciste con Jesús. Fortalece nuestra fe, pues tomados de tu mano todo es posible. Amén

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