Minutos de Amor 1 de julio de 2007

Jesús es nuestro Maestro y nosotros sus discípulos, pero no sólo discípulos que se aprenden una lección, sino discípulos que siguen e imitan al Maestro en todo y con toda la disposición para ser y hacer lo que Él nos pida. La primera característica de los discípulos de Jesús es el amor que nos identifica y a la vez nos distingue: “Amaos los unos a los otros como yo os he amado, en esto conocerán que sois mis discípulos” (Jn. 13,34-35). Es el amor entendido en toda su verdadera dimensión, el amor total y definitivo que supera todo otro amor, incluso el amor humano, el de las personas que más se aman, el padre y la madre, el amor por los hijos. Este amor que nos exige Jesús, implica estar dispuesto a dar incluso el don más preciado de una persona, su vida misma “el que encuentra su vida por mí la salvará”. Es una entrega definitiva que nadie podrá entender si no vive la experiencia del abandono en las manos de Dios.

Muchos podrán decir que se sienten bien lejos de Dios, viviendo en las cosas del mundo y sin preocuparse de las cosas del Señor; creen haber encontrado su vida y sienten que pueden vivir así, pero no saben lo que se siente estar con Él; no se han preocupado de su propia salvación y no tienen consuelo en sus sufrimientos y en sus momentos de desventura. En cambio, el que decide seguir al Señor, hará renuncias y sacrificios, será desprendido y generoso y estará dispuesto a todo por el Señor, pero cuando lleguen los momentos difíciles y cuando llegue la hora de la muerte estará tranquilo y hasta lleno de gozo de ir a disfrutar de la dicha del Señor en el país de la vida. Pero no hay que aplazar esta decisión ni dejarse amilanar por las dificultades o los obstáculos que se presentan durante el camino. Este amor tan grande que embarga el alma del cristiano, lleva cruz, lleva una vida nueva que implica cambios, que implica negación de sí mismo y renovación continua del propio ser, pero en medio de una gran alegría y esperanza. Hermanos, no lo duden, no aplacen la decisión, háganse discípulos de Jesucristo, no se arrepentirán, serán felices y permitirán que otro lleguen a serlo. No olvidemos que Cristo nos da la verdadera vida.

Oración: Señor, no dejes que se desvíe mi corazón ni que me distraiga en las cosas del mundo, no hay mejor manera de vivir lo que me queda de existencia que vivir contigo y a tu manera. Seré tu discípulo, Tú serás mi Maestro, caminaré en las tinieblas con tu luz, iré donde me envíes y haré lo que me pidas. No habrá lugar en mi corazón para nadie sino para Ti. Dame la gracia, Dios mío, de no apartarme nunca de Ti, de siempre serte fiel y de amarte sin medida y sin descanso, sin pausas, sin vacíos y sin vacilaciones. Dios mío, dame la gracia de ser siempre tuyo..

Virgen María, madre de los apóstoles y madre nuestra, te sientes feliz porque creíste que en ti se cumpliría la Palabra de Dios, haz que yo no desee otra cosa que hacer la voluntad del Padre y ser un fiel discípulo de tu Hijo. Amén