NOVENA DE AGUINALDOS, Día septimo, Diciembre 22

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amaste a los hombres, que les diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen, naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo, en nombre de todos los mortales, te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él, te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, suplicándote por sus divinos méritos, por las incomodidades con que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.

(Se reza tres veces el Gloria al Padre)

Día séptimo Diciembre 22

Consideración

Representémonos el viaje de María y José hacia Belén, llevando consigo, aún no nacido, al Creador del universo hecho hombre; contemplemos la humildad y la obediencia de ese Divino Niño, que aunque de raza judía y habiendo amado durante siglos a su pueblo con una predilección inexplicable, obedece así a un príncipe extranjero que forma el censo de población de su provincia como si hubiese para Él en esa circunstancia algo que lo halagase y quisiese aprovechar la ocasión de hacerse empadronar oficial y auténticamente como súbdito, en el momento en que venía al mundo. ¿No es extraño que la humillación, que causa tan invencible repugnancia a la criatura, parezca ser la única cosa creada que tenga atractivos para el Creador? ¿No nos enseñará la humildad de Jesús a amar esa hermosa verdad?

¡Ah! Que llegue el momento en que aparezca el deseado de las naciones porque todo clama por ese feliz acontecimiento. El mundo sumido en la oscuridad y en el malestar, buscando y no encontrando alivio de sus males, suspira por su libertador.

El anhelo de Jesús y la expectativa de María son casos que no puede explicar el lenguaje humano. El Padre Eterno se halla, si nos es lícito emplear esta expresión, adorablemente impaciente por dar su Hijo único al mundo y verle ocupar su puesto entre las criaturas visibles. El Espíritu Santo arde en deseos de presentar a la luz del día esa santa humanidad, tan bella que Él mismo ha formado con tan especial y divino esmero.

En cuanto al Divino Niño, objeto de tantos anhelos, recordemos que hacia nosotros avanza lo mismo que hacia Belén. Apresúremos, con nuestros deseos, el momento de su llegada; purifíquemos nuestros corazones para que sean su mansión terrenal. Que nuestros actos de mortificación y desprendimiento preparen los caminos del Señor y hagan rectos sus senderos.

Oración a la Santisima Virgen(Para todos los días)

Soberana María, que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te acogiese por madre suya: te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma y la de todos los que en este tiempo hicieran esta novena, para el nacimiento espiritual de tu adorado Hijo. ¡Oh dulcísima Madre! Comunícame algo del profundo recogimiento y la divina ternura con la que agradaste, para que nos hagas menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

(Se reza tres veces el Ave María y 1 Gloria)

Oración a San José(Para todos los días)

¡Oh Santísimo José, esposo de María y padre putativo de Jesús!: infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza; te ruego por el amor que tuviste al Divino Niño, me abrases en fervorosos deseos de verlo y recibirlo sacramentalmente, mientras en su divina esencia lo veo y lo gozo en el cielo. Amén.

(Se reza el Padre Nuestro, el Ave María y Gloria).

Aspiraciones para la venida del Niño Dios(Gozos)

Dulce Jesús mío, mi niño adorado, ¡ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Oh sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro! ¡Oh Divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Oh, Adonaí potente que, a Moisés hablando, de Israel al pueblo disteis los mandatos! ¡Ah! Ven prontamente para rescatarnos. Y que un Niño débil muestre fuerte brazo! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Oh raíz sagrada de Jesé, que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo! ¡Dulcísimo Niño que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Llave de David, que abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio! ¡Sácanos, Oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Oh lumbre de Oriente, sol de eternos rayos, que entre las tinieblas tu esplendor veamos! ¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Espejo sin mancha Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano! ¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de Niño da al mísero amparo! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Rey de las naciones, Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, pastor del rebaño! ¡Niño que apacientas con suave cayado, ya la oveja arisca, ya el cordero manso! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto Bienhechor rocío, como riego santo! ¡Ven hermoso Niño! Ven Dios humanado, luce hermosa estrella, brota flor del campo. ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Ven que ya María previene sus brazos, do su niño vean, en tiempo cercano! ¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

¡Del débil auxilio del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado! ¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

Véante mis ojos, de ti enamorados! Bese ya tus plantas, bese ya tus manos! Prosternado en tierra te tiendo los brazos, y aún más que mis frases te dice mi llanto! ¡Ven a nuestras almas! ¡Ven no tardes tanto!

Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos, Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto!

Oración al Niño Jesús(para todos los días)

Acuérdate, ¡Oh dulcísimo Niño Jesús! Que dijiste a la Venerada Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos tus devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en ti, ¡Oh Jesús, que eres la misma verdad! Venimos a exponerte toda nuestra miseria.

Ayúdanos a llevar una vida santa para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos, por los méritos de tu encarnación y de tu infancia, la gracia... de la cual necesitamos tanto.

Nos entregamos a ti ¡Oh Niño omnipotente! Seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de tu divina promesa, acogerás y despacharás favorablemente nuestra súplica. Amén.