"El Señor ya te ha dicho, oh hombre, en que consiste lo bueno y qué es lo que él espera de ti: que hagas justicia, que seas fiel y leal y que obedezcas humildemente a tu Dios".
Minutos de Amor 9 de septiembre de 2007
Para comprender el designio de Dios debemos purificar nuestra vida de cualquier obstáculo o condicionamiento ante la fe. Entendemos por fe “la adhesión total e incondicional a Dios”. Esta actitud nos lleva a comprender mejor lo que quiere y espera de nosotros. Busquemos esos designios de Dios por medio de la oración, en ese encuentro íntimo con Él. La invitación de Jesús es a tenerle como nuestro primero y único amor, todas las demás personas, que sin duda alguna representan un amor especial, no pueden ocupar un lugar más privilegiado que Jesús. No se trata de hacer a un lado a las personas que amamos, sino de entender que la Iglesia es más que una familia consanguínea, somos todos los creyentes y mi amor de discípulo me lleva a amar a otras personas y servirles desinteresadamente. Jesús nos pide un amor universal y no particular. Muchas personas dicen seguir a Jesús pero no le dedican tiempo porque los “deberes” familiares son más importantes. ¡Qué error tan grande!. Jesús merece tiempo. Hermanos dejemos que el Señor ocupe el primer lugar en nuestra vida, para así poder iluminar el mundo que tengamos a nuestro alrededor.
Oración: Señor, nosotros queremos ser dignos de Ti, aunque para eso tengamos que cargar cada día con la cruz detrás de Ti, y ayudar a los demás a llevar la suya. Queremos que seas lo primero en nuestra vida, por encima de todo, sin que nada ni nadie impida tu primacía absoluta; eres nuestro Redentor, el único. Señor Jesucristo, que viniste al mundo para humanizar a los hombres y para revelarnos tu plan de amor y salvación universal, Tú que pasaste haciendo el bien, escucha nuestras oraciones, restaura la paz en nuestros corazones y haz que vivamos unidos en el verdadero amor. Te damos gracias porque nos dejaste la Eucaristía para que, como comunidad eclesial, partamos y compartamos el pan.
Purísima Abogada nuestra, junto al Amor misericordioso te imploramos que nos revistas de un corazón abierto a la Palabra de tu Hijo, para que la hagamos vida en nuestra vida y de esta manera colaborar en la construcción de su reino. Amén