"A todo puedo hacerle frente, gracias a Cristo que me fortalece".
QUINCE MINUTOS EN COMPAÑÍA DE JESÚS SACRAMENTADO
No es preciso, hijo mío, saber mucho para agradarme mucho; basta que me ames con fervor. Háblame, pues, aquí sencillamente, como hablarías a tu madre, a tu hermano.
¿Necesitas hacerme en favor de alguien una súplica cualquiera?
Dime su nombre, bien sea el de tus padres, bien el de tus hermanos y amigos; dime en seguida qué quisieras que hiciese actualmente por ellos. Pide mucho, mucho, no vaciles en pedir; me gustan los corazones generosos que llegan a olvidarse en cierto modo de sí mismos, para atender a las necesidades ajenas. Háblame así, con sencillez, con llaneza, de los pobres a quienes quisieras consolar, de los enfermos a quienes ves padecer, de los extraviados que anhelas volver al buen camino, de los amigos ausentes que quisieras ver otra vez a tu lado. Dime por todos una palabra de amigo, palabra entrañable y fervorosa. Recuérdame que he prometido escuchar toda súplica que salga del corazón ; y ¿no ha de salir del corazón el ruego que me dirijas por aquellos que tu corazón especialmente ama?
Y para ti, ¿no necesitas alguna gracia?
Hazme, si quieres, una lista de tus necesidades, y ven, léela en mi presencia.
Dime francamente que sientes -soberbia, amor a la sensualidad y al regalo; que eres tal vez egoísta, inconstante, negligente... ; y pídeme luego que venga en ayuda de los esfuerzos, pocos o muchos, que haces para quitar de ti tales miserias.
No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos Santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad... ; y poco a poco se vieron libres de ellos.
Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte !
No te avergüences, ¡pobre alma! ¡Hay en el cielo tantos justos, tantos Santos de primer orden, que tuvieron esos mismos defectos! Pero rogaron con humildad... ; y poco a poco se vieron libres de ellos.
Ni menos vaciles en pedirme bienes espirituales y corporales: salud, memoria, éxito feliz en tus trabajos, negocios o estudios; todo eso puedo darte, y lo doy, y deseo que me lo pidas en cuanto no se oponga, antes favorezca y ayude a tu santificación. Hoy por hoy, ¿qué necesitas? ¿qué puedo hacer por tu bien? ¡Si supieras los deseos que tengo de favorecerte !
¿Traes ahora mismo entre manos algún Proyecto?
Cuéntamelo todo minuciosamente. ¿Qué te preocupa? ¿qué piensas? ¿qué deseas? ¿qué quieres que haga por tu hermano, por tu amigo, por tu superior? ¿qué desearías hacer por ellos?
¿Y por Mí? ¿No sientes deseos de mi gloria? ¿No quisieras poder hacer algún bien a tus prójimos, a tus amigos, a quienes amas mucho, y que viven quizás olvidados de Mí?
Dime qué cosa llama hoy particularmente tu atención, qué anhelas más vivamente, y con qué medios cuentas para conseguirlo. Dime si te sale mal tu empresa, y yo te diré las causas del mal éxito. ¿No quisieras que me interesase algo en tu favor? Hijo mío, soy dueño de los corazones, y dulcemente los llevo, sin perjuicio de su libertad, adonde me place.
¿Sientes acaso tristeza o mal humor? Cuéntame, cuéntame, alma desconsolada, tus tristezas con todos sus pormenores. ¿Quién te hirió? ¿quién lastimó tu amor propio ? ¿quién te ha despreciado? Acércate a mi Corazón, que tiene bálsamo eficaz para curar todas esas heridas del tuyo. Dame cuenta de todo, y acabarás en breve por decirme que, a semejanza de Mí todo lo perdonas, todo lo olvidas, y en pago recibirás mi consoladora bendición.
¿Temes por ventura? ¿Sientes en tu alma aquellas vagas melancolías, que no por ser infundadas dejan de ser desgarradoras? Échate en brazos de mi providencia. Contigo estoy; aquí, a tu lado me tienes; todo lo veo, todo lo oigo, ni un momento te desamparo.
¿Sientes desvío de parte de personas que antes te quisieron bien, y ahora olvidadas se alejan de ti, sin que les hayas dado el menor motivo? Ruega por ellas, y yo las volveré a tu lado, si no han de ser obstáculo a tu santificación.
¿Y no tienes tal vez alegría alguna que comunicarme?
¿Por qué no me haces partícipe de ella soy un buen amigo ?
Cuéntame lo que desde ayer, desde la última visita que me hiciste, ha consolado y hecho como sonreir tu corazón. Quizá has tenido agradables sorpresas, quizá has visto disipados negros recelos, quizá has recibido faustas noticias, alguna carta o muestra de cariño; has vencido alguna dificultad, o salido de algún lance apurado. Obra mía es todo esto, y yo te lo he proporcionado: ¿por qué no has de manifestarme por ello tu gratitud, y decirme sencillamente, como un hijo a su padre: « ¡Gracias, Padre mío, gracias!»? El agradecimiento trae consigo nuevos beneficios, porque al bienhechor le gusta verse correspondido.
¿Tampoco tienes Promesa alguna para hacerme?
Leo, ya lo sabes, en el fondo de tu corazón. A los hombres se les engaña fácilmente; a Dios, no.
Háblame, pues, con toda sinceridad. ¿Tienes firme resolución de no exponerte ya más a aquella ocasión de pecado? ¿de privarte de aquel objeto que te dañó? ¿de no leer más aquel libro que exaltó tu imaginación? ¿de no tratar más aquella persona que turbó la paz de tu alma ?
¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga?
Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.
¿Volverás a ser dulce, amable y condescendiente con aquella otra a quien, por haberte faltado, has mirado hasta hoy como enemiga?
Ahora bien, hijo mío; vuelve a tus ocupaciones habituales, al taller, a la familia, al estudio... ; pero no olvides los quince minutos de grata conversación que hemos tenido aquí los dos, en la soledad del santuario. Guarda, en cuanto puedas, silencio, modestia, recogimiento, resignación, caridad con el prójimo. Ama a mi Madre, que lo es también tuya, la Virgen Santísima, y vuelve otra vez mañana con el corazón más amoroso, más entregado a mi servicio. En mi Corazón encontrarás cada día nuevo amor, nuevos beneficios, nuevos consuelos.
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Oraciones
CASA DE LA MISERICORDIA, Santa Marta, Colombia
Encuentro de alabanza y evangelización
Martes 18 de noviembre de 2008, Hora: 7 pm
El predicador internacional Yuan Fuei Liao
Casa de La Misericordia
Santa Marta - Colombia
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Grupo de Oración
Apocalipsis 3.20
"Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos".
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Citas Bíblicas
Minutos de Amor 21 de mayo de 2007
“En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor; yo he vencido al mundo. Les he dicho esto para que gracias a mí tengan paz”. Estas palabras las dice Jesús a sus discípulos. Todo es fácil cuando las cosas van bien, cuando hay bienestar y calma, cuando no hay contratiempos ni dificultades. Pero no todo será así en la vida, llegarán los malos momentos que son inevitables y forman parte constitutiva de nuestro existir. Ahí es cuando va a tambalear todo y va a flaquear la fe. Ahí es precisamente donde está el peligro de que nuestra fe quede sin pilares y se pueda desmoronar sin contemplaciones.
Nosotros profesamos la fe en Jesús Resucitado, pero también nos puede decir el Señor: “Miren, llega la hora en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado y me dejarán solo”. Esa hora llega porque es la hora de pasarlo mal, porque es la hora del llanto y del sinsabor, porque es la hora de las experiencias negativas de nuestra vida, cuando llegamos a pensar si tiene sentido seguir viviendo así. Ahí es donde, Jesús, nos dice que ha llegado esa hora y tenemos el peligro de desistir en nuestra fe. Pero Él, una vez más, advierte que hemos de contar con ello. En el mundo gozamos, pero también tenemos que sufrir, y justamente en esos momentos son en los que el Señor nos dice que tengamos valor, porque Él ha vencido al mundo. Nos está pidiendo que confiemos más en Él, para poder vencer todo lo que se nos viene encima. ¿Se puede vivir todo eso en paz? Sí, gracias a Él.
Oración: Padre Misericordioso, te pedimos, no tanto que alejes el sufrimiento de nuestra vida, sino que sepamos vivirlo desde Jesús y como Jesús nos muestra en el Evangelio.
María, nuestra Madre e intercesora, tú que conoces el sufrimiento en carne propia, enséñanos a vivir en la paz de tu Hijo los momentos difíciles de nuestro existir. Amén
Nosotros profesamos la fe en Jesús Resucitado, pero también nos puede decir el Señor: “Miren, llega la hora en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado y me dejarán solo”. Esa hora llega porque es la hora de pasarlo mal, porque es la hora del llanto y del sinsabor, porque es la hora de las experiencias negativas de nuestra vida, cuando llegamos a pensar si tiene sentido seguir viviendo así. Ahí es donde, Jesús, nos dice que ha llegado esa hora y tenemos el peligro de desistir en nuestra fe. Pero Él, una vez más, advierte que hemos de contar con ello. En el mundo gozamos, pero también tenemos que sufrir, y justamente en esos momentos son en los que el Señor nos dice que tengamos valor, porque Él ha vencido al mundo. Nos está pidiendo que confiemos más en Él, para poder vencer todo lo que se nos viene encima. ¿Se puede vivir todo eso en paz? Sí, gracias a Él.
Oración: Padre Misericordioso, te pedimos, no tanto que alejes el sufrimiento de nuestra vida, sino que sepamos vivirlo desde Jesús y como Jesús nos muestra en el Evangelio.
María, nuestra Madre e intercesora, tú que conoces el sufrimiento en carne propia, enséñanos a vivir en la paz de tu Hijo los momentos difíciles de nuestro existir. Amén
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