“Escucha, Israel: El Señor, es nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas”. Este mandamiento debe verse con lupa y vamos a hacerlo, pues en él se contiene toda la ley en resumen. Inicia con una actitud de escucha, es un verbo: escuchar. El creyente debe tener oído de discípulo a la hora de escuchar a Dios. Debemos saber que Dios nos habla. Recordemos las mismas palabras de Jesús: ”Entra en tu aposento y ora a tu Padre que está en lo secreto….” Es que a Dios debemos escucharle desde el silencio interior de nuestra vida, no con el bullicio del mundo. ¿Cuántos consejos recibes en un día?, ¿cuántas palabras oyes?, ¿cuántas veces escuchas a Dios?. Por eso Dios le pide a Israel escucharlo. Este pueblo tendrá que vaciarse de todo el bullicio de su vida y tener una actitud de escucha atenta de la voz de Dios. “El Señor es nuestro Dios, es solamente uno”: siempre han existido los ídolos, seres que el mismo ser humano se fabrica para darse ciertas garantías o atribuirse fuerzas sobrenaturales que no tiene. De esta forma se desplaza a Dios y se le reduce a un “dios” inferior a los ya fabricados. ¿Qué dioses hay en mi vida que me impiden escuchar al verdadero Dios y reconocerlo como el único Dios y Señor del mundo?. “Amarás”: Dios es amor y sólo de esta manera podemos relacionarnos con Él. En una relación de amor la pareja se comprende y se crea hasta un lenguaje que sólo ellos entienden y saben interpretar. Para escuchar el lenguaje de Dios, debo reconocerlo como el único Señor de mi vida y así en esa relación de amor comprenderé sus proyectos; de lo contrario, buscaré ídolos que no podrán darme respuesta. “Con todo el corazón, con toda el alma, con toda la fuerzas”: En esa relación de amor no se puede escatimar fuerza alguna para entregarnos a Dios. No podemos amar a Dios con una sola parte de nuestro ser. Toda nuestra vida debe estar mirando hacia Él. No podemos ser tibios en nuestra relación amorosa con el Padre. Qué importante es aprender a llevar una relación seria y madura con Dios, donde comprendamos el lugar que Él ocupa y se merece y que nadie puede desplazarlo aunque nos ofrezca los mejores tesoros de la tierra. Con este mandamiento tenemos la vida eterna ganada; por algo lo mandó Dios al pueblo israelita y lo volvió a presentar Jesús en su misión como Mesías.
Oración: Señor, evidentemente, nuestra fe no es ni como el minúsculo grano de mostaza: no sólo porque no mueve montañas, sino porque no puede mover nuestra vida hacia el bien, hacia las buenas obras a favor de los necesitados. ¡Ten compasión de nosotros, ten paciencia a nuestros corazones rebeldes! Escucha, Jesús, las súplicas de tu pueblo, danos la sabiduría y haz que al alimentarnos con tu cuerpo y tu sangre, experimentemos la fuerza de tu amor.
Confiamos en tu maternal asistencia, oh Virgen María, tú, que guiaste los primeros pasos de la comunidad cristiana, sé también para nosotros apoyo y estímulo en nuestro caminar. Amén
Minutos de Amor 11 de agosto de 2007
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