"Vuélvete a Dios y deja el pecado; ora en su presencia y disminuye tus ofensas. Vuélvete al Altísimo, apártate de la maldad y odia de todo corazón la idolatría".
Minutos de Amor 19 de octubre de 2007
Dios perdona y olvida el pecado del hombre. Estamos convencidos del amor de Dios sobre nosotros. Él olvida nuestros pecados, por más graves que hayan sido y nos permite experimentar su perdón para mantenernos en su presencia. No puede existir un bautizado que se mantenga obsesivamente esclavizado por su pecado, si en el pasado ya fue confesado y perdonado por el ministerio de reconciliación. Somos libres por la acción de Dios, quien amorosamente nos devuelve la oportunidad de alcanzar su amistad. Pero por otra parte, tenemos que reconocer que tampoco son las buenas obras que realizamos las que nos alcanzan la justificación. Ninguna acción humana puede obligar a Dios a entregarnos su amor. Es por pura gratitud que Dios nos lo ofrece.
El Señor advierte que sólo hay que temerle a Dios, dueño de nuestro cuerpo y espíritu, y no hay que desgastarse en temores respecto de personas que sólo tienen un poder aparente. Podemos caer en el juego de la hipocresía: aparentar ante los demás ser personas virtuosas, mientras nuestro interior está lleno de pecado. Esta situación es como una plaga que se expande hacia las personas y termina por convertirse en una costumbre de vida, llena de vanidades, de exaltación de la propia personalidad. Jesús nos llama a la autenticidad de vida e incluso al heroísmo, en la medida en que somos capaces de ser diferentes, de soportar con serenidad la persecución, de mantenernos firmes en nuestras convicciones.
Oración: Señor, autor y fuente de toda santidad, hoy nos invitas a cuidarnos de la hipocresía y de todo aquello que causa oscuridad en nuestras vidas, todo aquello que nos aleja de Ti. Danos la gracia de ser fuertes ante la tentación, pues sin Ti nada conseguiremos. Ayúdanos, Señor, queremos seguir caminando contigo en la esperanza de un mundo nuevo para todos.
María, Madre de la Eucaristía, concédenos abundantes gracias, para fortalecernos con la paciencia, y la oración y así alegrarnos con la esperanza de la salvación eterna. Amén