Es el don del Resucitado: “Recibid el Espíritu Santo”. Es Dios-Espíritu Santo, que desde el comienzo estaba cuando se creó la tierra y que en el momento culminante de la historia ungió a Jesús (“el Espíritu de Dios está sobre mí porque me ha ungido y me ha enviado”) para llevarlo a su misión. Es el mismo Espíritu, que hoy sostiene a la Iglesia, con tantos carismas diferentes en un solo Cuerpo que es Jesucristo. El mismo Espíritu que anima y conduce nuestras vidas hacia la unidad y consumación de la obra redentora comenzada por Cristo el Señor. No podemos definir quién es el Espíritu Santo, porque es Él quien se encarga de las definiciones y las compresiones para que nosotros podamos alcanzarlas. No es una paloma, no es fuego, ni viento, ni aliento, no es lenguas de fuego. Todas son imágenes a través de las cuales intentamos acercarnos de alguna manera para poder hablar del Él.
El Espíritu Santo es lo más íntimo de Dios, se identifica con el Amor del Padre y del Hijo, ese amor que habita en nuestras vidas porque nosotros somos templos del Espíritu Santo. Es la misma vida de Dios que nos conduce, nos lleva y anima por el Camino de Jesús hacia el deseo del padre. Dios Espíritu Santo, es el que actúa en nuestra vida e inspira nuestras buenas acciones y sostiene nuestra existencia en la bendición. Es muy difícil hablar de Él porque es Él precisamente el que nos hace hablar, es quien nos da el conocimiento de la fe para conocer a Jesucristo y a quien le ha enviado. Es quien inspira y suscita la Palabra que leemos en la Biblia, el que nos posibilita orar (“nadie puede decir Jesús es el Señor si no es en el Espíritu Santo”), quien transfigura nuestras vidas. El Espíritu Santo es la intimidad de Dios que habita en nuestra propia intimidad.
Oración: Padre, nunca podríamos llamarte así ni dirigirnos a Ti, si no fuera por el Espíritu Santo. Ahora mismo estamos siendo conducidos e inspirados por Él para poder hablarle y sentir que nos estás escuchando. Es Él quien nos mantiene unidos a la vida Resucitada de Cristo, tu Hijo, y el que posibilita que nos ames como amas a Jesús, porque Él es el Amor de ustedes dos y está presente en nuestra vida. Queremos dejarnos llevar por el Espíritu, deseamos sentir con más fuerza, cómo empuja nuestra vida y la orienta hacia Ti en Jesús.
María, tú te dejaste llevar, el Verbo de Dios se encarnó en ti por obra y gracia del Espíritu Santo. Haznos sentir que nosotros también estamos guiados por el mismo camino y te pedimos que lleves a tu Hijo nuestras intenciones. Amén
Minutos de Amor 27 de mayo de 2007
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