La fiesta de Jesús buen Pastor adquiere importancia
especial hoy cuando la persona corre el riesgo de perder su propia identidad y
vivir desconcertada ante tantas voces y presiones.
Jesús es
el único y auténtico pastor que nos orienta, que da sentido a nuestra
existencia. Está dispuesto a dar la vida por sus ovejas en el momento del
peligro. Él las conoce y es conocido por ellas. Crea comunión de vida, relación
personal activa, amorosa. Les da el alimento, lleva en sus brazos a las
enfermas y las protege. Las defiende cuando ve venir el lobo. No huye como el
asalariado a quien sólo le interesa la paga.
Pastor es nuestro obispo, nuestro párroco. Ellos
son ejemplos de virtudes, dispensadores de los misterios de Dios, animadores de
las asambleas que presiden, profetas que anuncian el bien y denuncian el mal
con coraje; son servidores y signo de unidad, solidarios con los pobres y los
que sufren. Tienen la misión de predicar el Evangelio, apacentar a los fieles y
celebrar el culto divino (LG 28). Con ellos debemos estar siempre agradecidos.
Ellos
están cerca en los momentos hermosos y también en las dificultades. Nos
celebran la santa misa, nos orientan y asesoran cuando tenemos problemas en
nuestra familia, son el puente entre Dios y nosotros, nos reconcilian, nos
reaniman y acompañan cuando damos el último adiós a nuestros seres queridos.
Pastores también son los padres de familia que
quieren lo mejor para sus hijos, los orientan y, para ser creíbles, les dan
ejemplo de vida. Lo son también quienes tienen bajo su responsabilidad grupos
de personas a quienes tratan con amabilidad y justicia.
Hoy se constata escasez de vocaciones religiosas y
sacerdotales. Elevemos con fe nuestra oración al Dueño de la mies para que
envíe a la Iglesia muchas y santas vocaciones. J.M.
Tomado de: SEMANARIO LITÚRGICO CATEQUÉTICO, abril 26 del año 2015