Hoy el Señor se define como el Camino, la
Verdad y la Vida. Nos dice por dónde debemos ir ante tantas falsas
alternativas; qué debemos evitar para no hacernos daño; dónde está la verdad en
un mundo lleno de mentira y cómo promover la vida en una sociedad plagada de
muerte y de pecado.
Hay quienes viven sin horizonte, impulsados
sólo por el afán del placer y del propio interés: No conocen la alegría de
quien se renueva y crece. Añaden años a su vida, pero no infunden vida a sus
años. Les falta capacidad para reconocer que Cristo es el camino verdadero que
hay que seguir para orientar la vida y emplearla de la mejor forma, sin
desperdiciarla.
Todos queremos vivir más y mejor, pero tratando
de descubrir cuál es la manera más acertada, sensata y sabia, para así
enfrentar a una existencia a menudo oscura, enigmática y problemática. Es
importante ir descubriendo la fuerza, la luz, la alegría y la vida que podemos
recibir de Jesús, que nos interroga también como a Felipe: ¿con tanto tiempo
que llevo contigo, con las veces que te he manifestado mi amor y te he
alimentado con mi palabra y mi cuerpo, con todo lo que he compartido contigo en
los amigos y en necesitados, y no me conoces?
Lo que nos falta es una mirada iluminada por
la fe que permita entrever el camino del Padre, y nos ayude a superar las
fantasías e ilusiones, esto es, una fe capaz de hacer cosas maravillosas. Jesús
es el Camino que debemos seguir (evitando senderos torcidos), es la Verdad que
debemos buscar (evitando la mentira y la doblez) y la Vida que debemos promover
y que nos permite vivir bien (sin confundirla con el disfrute egoísta). Y de
esto debemos ser testimonio también nosotros con el fin de ayudar y orientar a
nuestros hermanos. J. M.
Tomás le dijo: "Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?".
Tomado
de: SEMANARIO LITÚRGICO CATEQUÉTICO, mayo 18 del año 2014