Escuchen otra parábola: El
dueño de una finca plantó un viñedo y le puso un cerco; preparó un lugar donde
hacer el vino y levantó una torre para vigilarlo todo. Luego alquiló el terreno
a unos labradores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la cosecha,
mandó unos criados a pedir a los labradores la parte que le correspondía. Pero
los labradores echaron mano a los criados: golpearon a uno, mataron a otro y
apedrearon a otro. El dueño volvió a mandar más criados que al principio; pero
los labradores los trataron a todos de la misma manera. Por fin mandó a su
propio hijo, pensando: “Sin duda, respetarán a mi hijo.” Pero cuando vieron al
hijo, los labradores se dijeron unos a otros: “Éste es el que ha de recibir la
herencia; matémoslo y nos quedaremos con su propiedad.” Así que lo agarraron,
lo sacaron del viñedo y lo mataron. Y ahora, cuando venga el dueño del viñedo,
¿qué creen ustedes que hará con esos labradores? Le contestaron: Matará sin
compasión a esos malvados, y alquilará el viñedo a otros labradores que le
entreguen a su debido tiempo la parte de la cosecha que le corresponde. Jesús
entonces les dijo: ¿Nunca han leído ustedes las Escrituras? Dicen: “La piedra
que los constructores despreciaron se ha convertido en la piedra principal. Esto
lo hizo el Señor, y estamos maravillados.” Por eso les digo que a ustedes se
les quitará el reino, y que se le dará a un pueblo que produzca la debida
cosecha.
Mateo 21, 33-43
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