Después de esto, los
apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y
enseñado. Jesús les dijo: Vengan, vamos
nosotros solos a descansar un poco en un lugar tranquilo. Porque iba y venía
tanta gente, que ellos ni siquiera tenían tiempo para comer. Así que Jesús y sus apóstoles se fueron en una
barca a un lugar apartado. Pero muchos
los vieron ir, y los reconocieron; entonces de todos los pueblos corrieron
allá, y llegaron antes que ellos. Al
bajar Jesús de la barca, vio la multitud, y sintió compasión de ellos, porque
estaban como ovejas que no tienen pastor; y comenzó a enseñarles muchas cosas.
Marcos 6, 30-34
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VENGAN A DESCANSAR UN POCO
Jesús, el Maestro y amigo de los discípulos
necesita preguntar, conocer, hacer un balance y alegrarse por lo realizado, por
eso los invita a descansar un poco en un lugar tranquilo.
Esta escena tan humana recoge lo que fue un rasgo
habitual de Jesús y su grupo, esto es, el cultivo de la amistad y su
preocupación por preparar bien a sus discípulos.
Por eso reservó para ellos una buena parte de su
tiempo.
Además Jesús está preocupado por tanta gente que
anda como ovejas sin pastor, y a pesar de que no le quedaba tiempo ni para
comer, se puso a enseñarles con calma.
Una de las cosas que más necesitamos hoy es la
fuerza atractiva y el testimonio de auténticos líderes. Hay muchas ovejas que
van desorientadas, como ovejas sin pastor, y los líderes escasean. Y muchos que
pretendían ser amigos u orientadores han defraudado debido a que tenían otros
intereses.
Como cualquier persona, Jesús necesitó momentos y
espacios para descansar, reflexionar y mantener su paz interior. Todos
necesitamos hacer una pausa en nuestra vida y recargar nuestras energías en un
mundo lleno de tensiones y de febril actividad.
Necesitamos encontrarnos con Jesús, con nosotros
mismos, con nuestro grupo y redescubrir las raíces que dan sentido a nuestra
vida. Por eso el descanso verdadero no es tiempo muerto, placer vacío ni
repliegue egoísta, o sólo para pasarla bien. El descanso verdadero es actividad
que nos renueva, que nos fortifica para afrontar la vida con entusiasmo y amor.
El discípulo de Jesús está embarcado en una misión de trabajo y reflexión, de
acción y contemplación, dos actividades que animan, instruyen y alimentan el
cuerpo y el espíritu. J.M.
Tomado de: SEMANARIO LITÚRGICO CATEQUÉTICO, julio 19 del año 2015
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Marcos 6, 7-13
Llamó a los doce discípulos,
y comenzó a enviarlos de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus
impuros. Les ordenó que no llevaran nada
para el camino, sino solamente un bastón. No debían llevar pan ni provisiones
ni dinero. Podían ponerse sandalias,
pero no llevar ropa de repuesto. Les
dijo: Cuando entren ustedes en una casa, quédense allí hasta que se vayan del
lugar. Y si en algún lugar no los
reciben ni los quieren oír, salgan de allí y sacúdanse el polvo de los pies,
para que les sirva a ellos de advertencia. Entonces salieron los discípulos a decirle a
la gente que se volviera a Dios. También
expulsaron muchos demonios, y curaron a muchos enfermos ungiéndolos con aceite.
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LOS APEGOS QUE NOS ESCLAVIZAN
El desprendimiento de las cosas materiales, la
austeridad y el amor son condición indispensable para la misión: ni pan, ni
alforja, ni dinero, ni dos túnicas, nada para el camino, excepto un bastón y
sandalias. Pero eso sí, con poder para expulsar espíritus malignos. El enviado, debe ser capaz de prescindir de
todo, incluso del dinero, pues éste puede esclavizarlo. Debe tener su corazón y
su confianza puestos sólo en Dios, y en la comunidad donde se siente acogido.
Se trata de un desprendimiento que confiere libertad y genera credibilidad.
Para ser libres es una ventaja "ir ligeros de equipaje".
Jesús los envía de dos en dos, de modo que tenga
validez jurídica su testimonio y se puedan también ayudar mutuamente. La misión cristiana tiene como objetivo
luchar contra las fuerzas del mal, generar conversión y cambio de vida, sanación
integral y salvación.
El enviado no debe desmotivarse si encuentra
actitudes de rechazo o indiferencia. Debe romper con cuantos no reciban el
mensaje y procurar buscar lugares donde haya enfermos que sanar y gente para
evangelizar.
El apego a las cosas materiales y especialmente al
dinero puede minar la vocación y producir esclavitud y distracción. El desprendimiento radical, el uso de los
medios de comunicación y el amor a la misión, son factores indispensables para
evangelizar en esta sociedad de opulencia y despilfarro.
Así podremos ser enviados auténticos y eficaces de
Jesús; alejaremos de nosotros el maligno, curaremos enfermos del alma y del
cuerpo. Recordemos que somos los continuadores de la presencia de Cristo en el
mundo. J.M.
Tomado de: SEMANARIO LITÚRGICO CATEQUÉTICO, julio 12 del año 2015
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Marcos 6, 1-6
Jesús se fue de allí a su
propia tierra, y sus discípulos fueron con él. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en
la sinagoga. Y muchos oyeron a Jesús, y se preguntaron admirados: ¿Dónde
aprendió éste tantas cosas? ¿De dónde ha sacado esa sabiduría y los milagros
que hace? ¿No es éste el carpintero, el
hijo de María y hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿Y no viven sus
hermanas también aquí, entre nosotros? Y no tenían fe en él. Pero Jesús les dijo: En todas partes se honra
a un profeta, menos en su propia tierra, entre sus parientes y en su propia
casa. No pudo hacer allí ningún milagro,
aparte de poner las manos sobre unos pocos enfermos y sanarlos. Y estaba asombrado porque aquella gente no
creía en él.
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CUANDO EL PROFETA ES RECHAZADO
Los habitantes de Nazaret conocían bien a Jesús y a
su familia. Lo habían visto crecer, ir a la escuela, hacerse grande y trabajar
para ganarse el sustento.
Jesús va a
la sinagoga para leer y comentar la Escritura. La gente al oírlo se asombra,
pero luego lo rechaza porque les parece absurdo que aquel joven, el hijo de
José y de María, pretenda ser el Mesías. Y cuestionan su enseñanza y sus
milagros. No logran descubrir la presencia de Dios en aquel joven carpintero.
Jesús siente pena y tristeza por la incredulidad y no puede hacer allí ningún
milagro y se extraña por su falta de fe. Pero Él no se desanima y sigue
adelante con valor.
También nosotros tenemos momentos de rechazo,
frustración, ante quienes no nos aceptan. San Pablo presume de sus debilidades
porque gracias a ellas residirá en él la fuerza de Cristo: "Cuando soy débil, entonces soy fuerte".
Tal vez vivimos entre hombres y mujeres que no
creen, incluso amigos nuestros; y quizá nunca les hemos hablado de Dios
"por respeto a sus ideas". Pidamos
al Espíritu Santo más tacto y más valentía para anunciar y ser testimonios del
Reino de Dios. Hacen falta hombres y mujeres creyentes que a ejemplo de Jesús
sean profetas que anuncian a Dios a los demás. Necesitamos de personas
"signo" que sepan sonreír y compartir, aceptar a los demás como son y
darles la mano en su dificultad, escucharlos con amor e infundirles esperanza.
Así es como se hará hoy presente el Espíritu profético del Señor.
Tal vez Cristo ha venido a nuestra casa y no lo hemos
recibido, ni a Él, ni a su palabra, ni a sus enviados. Tal vez hemos dejado
apagar en las cenizas del miedo silencioso nuestra fe y nuestro testimonio de
hijos de Dios. Pidamos perdón. J.M.
Tomado de: SEMANARIO LITÚRGICO CATEQUÉTICO, julio 5 del año 2015
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