Jesús, el Maestro y amigo de los discípulos
necesita preguntar, conocer, hacer un balance y alegrarse por lo realizado, por
eso los invita a descansar un poco en un lugar tranquilo.
Esta escena tan humana recoge lo que fue un rasgo
habitual de Jesús y su grupo, esto es, el cultivo de la amistad y su
preocupación por preparar bien a sus discípulos.
Por eso reservó para ellos una buena parte de su
tiempo.
Además Jesús está preocupado por tanta gente que
anda como ovejas sin pastor, y a pesar de que no le quedaba tiempo ni para
comer, se puso a enseñarles con calma.
Una de las cosas que más necesitamos hoy es la
fuerza atractiva y el testimonio de auténticos líderes. Hay muchas ovejas que
van desorientadas, como ovejas sin pastor, y los líderes escasean. Y muchos que
pretendían ser amigos u orientadores han defraudado debido a que tenían otros
intereses.
Como cualquier persona, Jesús necesitó momentos y
espacios para descansar, reflexionar y mantener su paz interior. Todos
necesitamos hacer una pausa en nuestra vida y recargar nuestras energías en un
mundo lleno de tensiones y de febril actividad.
Necesitamos encontrarnos con Jesús, con nosotros
mismos, con nuestro grupo y redescubrir las raíces que dan sentido a nuestra
vida. Por eso el descanso verdadero no es tiempo muerto, placer vacío ni
repliegue egoísta, o sólo para pasarla bien. El descanso verdadero es actividad
que nos renueva, que nos fortifica para afrontar la vida con entusiasmo y amor.
El discípulo de Jesús está embarcado en una misión de trabajo y reflexión, de
acción y contemplación, dos actividades que animan, instruyen y alimentan el
cuerpo y el espíritu. J.M.
Tomado de: SEMANARIO LITÚRGICO CATEQUÉTICO, julio 19 del año 2015