De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra
debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega
a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que examina los corazones, sabe qué es
lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega, conforme a la
voluntad de Dios, por los del pueblo santo.