El reino de los cielos es como un tesoro escondido en
un terreno. Un hombre encuentra el tesoro, y lo vuelve a esconder allí mismo;
lleno de alegría, va y vende todo lo que tiene, y compra ese terreno.
“Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna”. Jn 3.16