Un hombre que tenía dos hijos dijo al primero:
"Hijo, ve a trabajar en mí
viña", y éste le contestó:"No
quiero", pero recapacitó y fue. Al segundo le dijo lo mismo y éste le
respondió: "Por supuesto,
señor", pero no fue. ¿Quién
cumplió la voluntad del Padre?
Una de
las cosas que más deteriora la vida, las relaciones personales y la
comunicación, es la pérdida de fiabilidad de la palabra, pues ésta ya no es
expresión de compromiso ni de honor, sino que, por la falta de su cumplimiento,
sólo genera temor y desconfianza.
Lo importante no es la obediencia aparente, ni
las falsas promesas, sino la conducta recta y el deseo inquebrantable de
cumplir la voluntad interior. Quien
honra a Dios no es el que observa unos ritos externos, sino el que cumple su
voluntad.
¿De qué
sirve pronunciar el Credo sí nos falta un mínimo de esfuerzo por seguir a
Jesucristo? ¿De qué sirve que los esposos digan "sí" en el altar y
luego no sean fieles? ¿De qué sirve darnos la paz, si luego somos violentos? La verdadera fe la viven aquellos que traducen en hechos el Evangelio.
Más importante que confesarnos cristianos es esforzarnos por serlo en la
realidad. La fe es un proceso que se
vive día a día.
La conducta de los fariseos que dijeron sí a
Dios y luego no se convirtieron representa una actitud hipócrita y vana.
Mientras que los recaudadores de impuestos y las prostitutas, que inicialmente
dijeron no a Dios, son los que acogen la última invitación y cumplen la
voluntad del Padre. "Los últimos
serán los primeros" quiere decir que los publicanos y las prostitutas
(los necesitados de Dios y no los prepotentes y autosuficientes) irán por
delante en el camino del Reino.
¿Quién duda que los indeseables, los desechables,
los enfermos de sida... puedan preceder a no pocos cristianos y ser los
primeros en el Reino? Ellos también deben saber que Jesús sigue siendo su
amigo. J.M.