Los niños aprenden de labios de sus padres a
hacer la señal de la cruz y a llamar a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y con
toda naturalidad expresan el misterio más profundo de nuestra fe.
El Espíritu de la verdad que Jesús nos da es
también Espíritu de amor; y es el amor lo que más ayuda a conocer las personas
en profundidad. Por eso, para comprender a Dios, más útil que "saber
cosas" de Él, es amarlo y experimentar personalmente su paternidad, porque
Dios es la más gratificante dimensión de nuestra vida.
¿Quién es Dios? Dios es Padre de los hombres,
a quienes hace hijos suyos porque los ama; Dios es Hijo, que se hace hombre
para liberar a los humanos del pecado y congregarlos en familia; Dios es Espíritu
Santo, don y amor, que nos da conciencia de nuestra adopción filial. Éste es el
Dios, uno y trino, en quien creemos.
Toda nuestra vida cristiana es trinitaria y
consiste en caminar hacia el Padre por medio de Cristo y de la mano del
Espíritu de verdad. Éste es el círculo dinámico de vida en que entramos gracias
a la benevolencia de un Dios cercano y amoroso. ¿Nos dejamos guiar por el
Espíritu de la verdad? ¿Realizamos el encuentro con el Dios uno y trino que
habita en cada uno de nosotros? Queda excluida de nuestra vida la servidumbre
al pecado, como incompatible con nuestra condición de redimidos por Cristo.
Mientras sirvamos al bien, a la verdad, el
amor y la justicia, es el Espíritu de Dios quien nos guía y nos está haciendo
hijos suyos. Este será el signo visible de que Dios habita en nosotros y nos
acompaña Cristo con su Espíritu de filiación, libertad, comunión y apertura.
Todo en la misa, desde el saludo a la
despedida, tiene impronta trinitaria, gloria, oraciones, credo, prefacio y
plegaria central. ¿Qué otra finalidad debe tener nuestra vida sino glorificar a
Dios? J. M.
Tanto amó
Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en Él
tenga vida eterna y nadie perezca.